Ana Caro de Mallén

Ana Caro de Mallén fue la reina de los escenarios. Fue una de las poquísimas mujeres del Siglo de Oro que logró algo impensable: vivir de su escritura y recibir pagos directos de instituciones públicas por su trabajo.
​Aquí tienes lo más destacado de su vida y su obra:
​1. Una profesional de las letras
​Ana Caro (aprox. 1590-1646) no era una aficionada. Fue una escritora de oficio que se movía con soltura en los círculos literarios de Sevilla y Madrid.
​Cargos públicos: El Cabildo de Sevilla le encargaba regularmente la escritura de "relaciones" (crónicas de eventos reales y festejos). Era, en la práctica, una reportera oficial de la época.
​Amistades de élite: Fue íntima amiga de María de Zayas. Juntas formaron un frente femenino de apoyo mutuo en un mundo intelectual extremadamente competitivo.
​2. "El valor de las mujeres": Su obra maestra
​Su comedia más famosa, Valor, agravio y mujer, es una pieza brillante que subvierte las reglas del teatro de la época:
​La protagonista: Leonor, una mujer que ha sido engañada por un hombre (Don Juan, nada menos), no se queda llorando su deshonra. Se disfraza de hombre, viaja a Flandes y recupera su honor mediante la astucia y la valentía.
​Crítica al Don Juan: En su obra, Ana Caro ridiculiza el mito del seductor, mostrándolo como alguien que solo es valiente cuando las mujeres no se defienden.
​3. El misterio de su origen: ¿Esclava?
​Investigaciones recientes han arrojado una teoría fascinante sobre su vida:
​La partida de bautismo: Se ha encontrado un documento en Sevilla que sugiere que Ana Caro pudo haber sido una "esclava blanca" (hija de esclavos moriscos) que fue adoptada por una familia noble.
​De la base a la cima: Si esto es cierto, su ascenso hasta convertirse en una de las dramaturgas más respetadas de la corte española sería uno de los logros sociales más asombrosos de toda la historia de España.
​Su estilo y legado
​Ana Caro destacaba por su manejo del verso y su capacidad para escribir comedias de enredo que mantenían al público en vilo. A diferencia de otros autores, ella no pedía perdón por ser mujer; al contrario, utilizaba sus prólogos para defender el derecho de las mujeres a la fama literaria.